Publicado por la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Edición aprobada por el Congreso de la Asociación General de 2015
Copyright © 2015 by the Secretariat, General Conference of Seventh-day Adventists División Interamericana
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para la
DIVISIÓN INTERAMERICANA DE LOS ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DÍA
ISBN: 978-1-61161-534-0
En esta edición del MANUAL DE LA IGLESIA las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera, revisión de 1995: RV95 © Sociedades Bíblicas Unidas.
También se ha usado la revisión de 1960: RV60 © Sociedades Bíblicas Unidas, la Nueva Versión Internacional: NVI © Bíblica, la Biblia de Jerusalén latinoamericana: BJ © Editorial Desclée de Brouwer, la Nueva Biblia Española: NBE © Ediciones Cristiandad, la versión de Mons. J. Straubinger: Str © Club de Lectores.
Edición preparada por Inter-American Division Publishing Association®
1a edición: octubre 2015
Clave de abreviaturas de las publicaciones de Elena G. de White
ADJ Así dijo Jesús (El discurso maestro de Jesucristo),
edición GEMA/APIA
CC El camino a Cristo, edición GEMA/APIA
CE El colportor evangélicoerminos usados
CM Consejos para los maestros
CN Conducción del niño
COES Consejos sobre la obra de la escuela sabática,
edición GEMA/APIA
CRA Consejos sobre el régimen alimenticio
CS El conflicto de los siglos, edición GEMA/APIA
DTG El Deseado de todas las gentes, edición GEMA/APIA
Ed La educación, edición GEMA/APIA
Ev El evangelismo
HAp Los hechos de los apóstoles, edición GEMA/APIA
HC El hogar cristiano (El hogar adventista)
LC En los lugares celestiales
MB El ministerio de la bondad
MC El ministerio de curación
MJ Mensajes para los jóvenes, edición GEMA/APIA
Ms Manuscrito
OE Obreros evangélicos
OP El otro poder
PP Patriarcas y profetas, edición GEMA/APIA
PR Profetas y reyes, edición GEMA/APIA
PVGM Palabras de vida del gran Maestro
RH Review and Herald
T Testimonios para la iglesia (9 tomos)
TM Testimonios para los ministros
Presentación
ELMANUAL DE LA IGLESIA es imprescindible, pues, «el orden es parte esencial»
de «la Iglesia en sus actividades internas y en el cumplimiento de su misión en
el mundo» (ver p. 1). Conscientes de ello, los editores de esta edición del MANUAL,
han tomado todas las medidas necesarias para que la obra que usted tiene en
sus manos sea fiel a lo acordado en el Congreso de la Asociación General
de 2015.
IADPA, en consulta con la División Interamericana, le reserva un cupo como
delegado especial al Congreso mundial a J. Vladimir Polanco, editor encargado
del proceso de publicación del MANUAL DE LA IGLESIA para nuestra División. El
pastor Polanco debe asistir a todas las sesiones del Congreso, estar al tanto de
todas las discusiones y llevar un registro de todas las enmiendas aceptadas por
el pleno. De este modo, él puede captar no solo la letra de lo que se ha aprobado,
sino también el espíritu. Además, debido a que la Comisión del Manual de Iglesia
de la Asociación General puede realizar cambios estilísticos, que no requieren
la aprobación de un Congreso mundial, es preciso llevar a cabo una revisión
minuciosa del manuscrito oficial en inglés, a fin garantizar la fiabilidad de nuestras
traducciones al español y al francés.
Durante todo el proceso editorial, J. Vladimir Polanco se mantiene en consulta
permanente con Pablo Perla, presidente de IADPA y Francesc X. Gelabert,
vicepresidente editorial. El pastor Israel Leito, presidente de la División Interamericana,
hace las funciones de consejero y asesor del equipo editorial.
Un equipo calificado de traductores y editores ha desempañado un papel
protagónico en cada fase del proceso editorial. Eduardo Martínez, José I. Pacheco
y J. Vladimir Polanco han sido los responsables de la traducción al español.
Dicha traducción contó con la revisión editorial de Francesc X. Gelabert, Fernando
Zabala y J. Vladimir Polanco. Jorge L. Rodríguez hizo la lectura final y
cotejó el índice temático.
El arduo trabajo de este equipo ha hecho que esta nueva edición del MANUAL
DE LA IGLESIA, como todas las anteriores, llegue a usted con las máximas garantías
de fidelidad al texto original y en el menor tiempo posible. Es nuestro deseo
que, al poner en práctica las instrucciones y orientaciones dadas en esta obra,
podamos dirigir con eficacia a «la iglesia del Dios viviente, columna y defensa
de la verdad» (1 Tim. 3: 15).
LOS EDITORES
CAPÍTULO 1
¿Por qué un MANUAL DE LA IGLESIA?
¿Por qué la Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene un MANUAL DE
LA IGLESIA?
Dios es un Dios de orden, según se pone de manifiesto en las obras
de la creación y la redención. En consecuencia, el orden es parte esencial de
su Iglesia. El orden se logra mediante principios y normas que guían a
la Iglesia en sus actividades internas y en el cumplimiento de su misión
en el mundo. Para que sea una organización eclesiástica eficiente al servicio
del Señor y de la humanidad, precisa de orden, gobierno y disciplina.
Las Escrituras afirman que «todo debe hacerse de una manera
apropiada y con orden» (1 Cor. 14: 40, NVI).
Elena G. de White llamó la atención en cuanto a estas necesidades
en 1875 al escribir: «La iglesia de Cristo está en constante peligro. Satanás
está tratando de destruir al pueblo de Dios, y no es suficiente la
mente de un hombre, el juicio de un hombre, para confiar en él. Cristo
quisiera unir a sus seguidores como iglesia, observando el orden, teniendo
normas y disciplina, y estando todos sujetos unos a otros, estimando
a los demás mejores que uno mismo» (3T 489).
No obstante, los dirigentes de la Iglesia no se apresuraron a crear un
manual de normas para el gobierno eclesiástico, pese a que durante los
primeros años de la Iglesia anualmente se celebraba un Congreso de la Asociación
General donde los delegados tomaban acuerdos relativos al orden
y a las actividades de la iglesia. Finalmente, en el Congreso de la Asociación
General de 1882 se tomó el acuerdo de que se prepararan «instrucciones
para los dirigentes y que fueran publicadas en la Review and Herald o en (1)
forma de folleto» (RH, 26 de diciembre de 1882). Este hecho puso de manifiesto
una creciente percepción de que el orden resultaba imprescindible
si se quería que la organización funcionara con eficacia, y que la
uniformidad dentro del orden exigía que sus principios orientadores se
pusieran por escrito.
Sin embargo, cuando se presentó ante el Congreso de la Asociación
General de 1883 la propuesta de plasmar los artículos de forma permanente
en un manual de la iglesia, los delegados rechazaron la idea. Temían
que un manual pudiera hacer que la Iglesia cayera en el formalismo
y que coartase la libertad individual de los pastores a la hora de abordar
los asuntos de orden como ellos consideraran oportuno.
Ese temor —que, sin duda, reflejaba la oposición que se había producido
veinte años antes a cualquier tipo de organización—, fue disminuyendo.
Los Congresos anuales de la Asociación General siguieron
abordando cuestiones de orden.
Aunque la Iglesia declinó oficialmente adoptar un manual, los dirigentes
recopilaban de vez en cuando, en forma de libro o de folleto, las normas
generalmente aceptadas relativas a la vida interna de la iglesia. Quizá
el más digno de reseña fue un libro de 184 páginas escrito por el pionero
John N. Loughborough y publicado en 1907 bajo el título The Church, Its
Organization, Order and Discipline [La Iglesia, su organización, orden y disciplina],
que abordaba muchos asuntos que ahora se incluyen en este MANUAL DE LA IGLESIA.
A medida que la Iglesia crecía rápidamente en todo el mundo a comienzos
del siglo XX, los pastores y laicos fueron aceptando la necesidad
de un manual para su uso en todo el mundo. En 1931, la Junta Directiva
de la Asociación General aprobó la publicación de un manual de la
iglesia. James L. McElhany, que más tarde llegó a ser presidente de la Asociación
General, preparó el manuscrito, que se publicó en 1932.
La frase inicial del prefacio de aquella primera edición indicaba que
«se viene haciendo cada vez más evidente la necesidad de un manual
sobre el gobierno de la iglesia, para dar a conocer y salvaguardar nuestras
normas y prácticas denominacionales». Nótese el término salvaguardar.
No se trataba de un intento de crear repentinamente e imponer a la Iglesia
un modelo completo de gobierno eclesiástico. Se trataba más bien de
un es fuerzo encaminado, en primer lugar, a salvaguardar todos los acuerdos
oportunamente adoptados a lo largo de los años y, luego, ir adjuntando
las normas que el progreso y la complejidad crecientes de la Iglesia
llegaran a exigir. (2)
Autoridad y función del MANUAL DE LA IGLESIA
El MANUAL DE LA IGLESIA existe en su formato actual desde 1932. Describe
la obra y las funciones de las iglesias locales, así como su relación
con las estructuras denominacionales a las que pertenecen. El MANUAL
DE LA IGLESIA también expresa el entendimiento que la Iglesia tiene de la
vida cristiana y del gobierno y la disciplina dentro de la iglesia, basada
en principios bíblicos y en la autoridad de la Asociación General en Congresos
debidamente convocados. «Dios ordenó que tengan autoridad
los representantes de su iglesia de todas partes de la tierra, cuando están
reunidos en el Congreso de la Asociación General» (9T 209).
El MANUAL DE LA IGLESIA está constituido por dos tipos de materiales.
El contenido de cada capítulo se aplica a escala mundial a todas las organizaciones,
a todas las congregaciones y a todos los miembros de la
Iglesia. Vista la necesidad de variaciones en algunas de sus secciones, al
final del MANUAL DE LA IGLESIA aparece, en forma de Notas, material explicativo
adicional, presentado como orientación y a título de ejemplo.
Las Notas tienen subtítulos que corresponden a los subtítulos de los capítulos
y los números de página del texto principal.
Las normas y las prácticas de la Iglesia se fundamentan en los principios
de las Sagradas Escrituras. El MANUAL DE LA IGLESIA presenta esos principios,
recalcados por el Espíritu de Profecía, que deben ser aplicados en
todos los asuntos relativos a la administración y el funcionamiento de las
iglesias locales. El MANUAL DE LA IGLESIA también define la relación existente
entre la congregación y el campo local u otras entidades de la estructura
organizacional de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. No debe llevarse
a cabo ningún intento de establecer criterios de membresía ni de imponer
normas o reglamentos para el funcionamiento de las iglesias locales que
sean contrarios a las decisiones adoptadas por el Congreso de la Asociación
General que se presentan en este MANUAL DE LA IGLESIA.
La realización de cambios
A lo largo de los años, la Asociación General ha aprobado importantes
cambios relativos al MANUAL DE LA IGLESIA. Consciente de la importancia
de llevar adelante la obra mundial de la Iglesia «de una manera apropiada
y con orden», el Congreso de la Asociación General de 1946 aprobó que
«todos los cambios o las revisiones de los reglamentos que tengan que hacerse
en el MANUAL deben ser autorizados por un Congreso de la Asociación
General» (General Conference Report [Informe de la Asociación
General], n° 8, p. 197, 14 de junio de 1946). (3)
Dado que, en ocasiones, algunas peculiaridades locales demandan actuaciones
especiales, la Junta Directiva de la Asociación General acordó
en 1948 que «cada división del campo mundial, incluida la División
Norteamericana, prepare un “Suplemento” para el nuevo MANUAL DE LA
IGLESIA, no para modificarlo en modo alguno, sino con un contenido de
material adicional que sea aplicable a las condiciones y circunstancias
que prevalezcan en esa división. Los manuscritos de esos Suplementos
tendrán que ser presentados a la Junta Directiva de la Asociación General
para su aprobación antes de ser impresos» (Autumn Council Actions [Resoluciones
del Concilio de Otoño], 1948, p. 19).
El Congreso de la Asociación General de 2000 autorizó la reclasificación
de algunos de los materiales existentes en el MANUAL DE LA IGLESIA,
incluyendo las Notas como orientación y ejemplos, y no como material
de carácter obligatorio, y también aprobó el procedimiento para hacer
modificaciones al MANUAL. Salvo en lo referente a las Notas y a los cambios
editoriales, los cambios en el MANUAL DE LA IGLESIA únicamente pueden
llevarse a cabo mediante una resolución de un Congreso de la
Asociación General, en el que los delegados de la Iglesia mundial tienen
voz y voto. Si una iglesia local, una asociación/misión o una unión desean
proponer una revisión del MANUAL DE LA IGLESIA, deberán remitir su
propuesta al siguiente nivel para su consideración y estudio. Si ese
nivel aprueba la propuesta, remite la revisión sugerida al nivel siguiente
a fin de que reciba una evaluación adicional. Si los diversos niveles
aprueban la propuesta, esta acaba presentándose ante la Comisión del MANUAL
DE LA IGLE SIA de la Asociación General, que tomará en consideración
todas las recomendaciones. Si la Comisión aprueba una revisión,
la prepara para su presentación en un Concilio Anual o en un Congreso
de la Asociación General.
La revisión de una Nota sigue el mismo procedimiento. La Junta Directiva
de la Asociación General puede autorizar cambios en las Notas
en ocasión de cualquier Concilio Anual.
La Comisión del MANUAL DE LA IGLESIA presenta los cambios editoriales
que no alteran el contenido del texto principal del MANUAL DE LA IGLESIA
ante un Concilio Anual de la Junta Directiva de la Asociación General,
que puede dar su aprobación final. Sin embargo, en el caso de que el Concilio
Anual determine por un tercio en su votación que un cambio editorial
altera de manera sustancial el significado de un pasaje, el cambio propuesto
deberá presentarse al Congreso de la Asociación General. (4)
Durante el último Concilio Anual de un quinquenio, la Junta Directiva
de la Asociación General revisa todos los cambios a las Notas y coordina
los cambios con cualquier enmienda que se haya propuesto al
contenido del texto principal del MANUAL DE LA IGLESIA.
Después de cada Congreso de la Asociación General se publica una
nueva edición del MANUAL DE LA IGLESIA. Siempre deberá usarse la edición
más reciente. La presente edición incorpora las enmiendas realizadas
en el Congreso de la Asociación General de 2015.
Dónde hallar asesoramiento
Los oficiales y dirigentes de la Iglesia, así como los pastores y miembros,
deben consultar a su asociación a fin de recibir asesoramiento en
cuanto al funcionamiento de su congregación o en lo relativo a cuestiones
que surjan del MANUAL DE LA IGLESIA. Si no se ponen de acuerdo, deberían
dirigirse a la unión para recibir la aclaración.
Términos usados
Iglesia: A fin de facilitar la lectura y de reducir en lo posible el número de
palabras, «Iglesia», con «I» mayúscula se usa en estas páginas en lugar
de «Iglesia Adventista del Séptimo Día», y se refiere a la organización
global de la Iglesia, no a una iglesia o congregación local, salvo cuando
aparezca dentro de una cita.
Asociación, misión, región, delegación, campo local, unión de iglesias: Por las
mismas razones, en estas páginas «asociación» puede significar «asociación
», «misión», «campo local», «región», «delegación» o «unión de
iglesias», según corresponda en el contexto administrativo. En general,
cada congregación pertenece a la hermandad de iglesias denominada asociación;
sin embargo, hasta el momento en que la organización local logre
el estatus de asociación, puede ser identificada, según el Working Policy
[reglamento operativo] de la Asociación General, como misión, región, delegación
o campo local. En algunas de las divisiones mundiales, las uniones
de iglesias de un país concreto funcionan a modo de asociación en relación
con las iglesias locales, y a modo de unión para otros fines organizativos
de la Iglesia (ver el capítulo 3, Organización y autoridad).
Pastor y ministro: En la mayoría de los lugares en todo el mundo la Iglesia
usa «pastor» para identificar a los miembros del cuerpo pastoral, razón
por la que en estas páginas se usa ese término en vez de «ministro», (5)
independientemente de las responsabilidades que le hayan sido asignadas
por el campo local. No se plantea que el uso del término aquí exija
ese tratamiento cuando la costumbre sea usar «ministro». Los pastores
a los que se alude en este MANUAL son los que han sido nombrados por
la asociación para ocuparse de los asuntos de una congregación local o
distrito.*
La clave para las abreviaturas de los libros de Elena G. de White figura
en la página XV.
Las citas bíblicas se toman de la versión Reina-Valera de 1995, a no ser
que se indique otra cosa.
_________________________________
* Es muy importante que todos los usuarios de esta edición de 2015 del MANUAL DE LA IGLESIA tengan en
cuenta que en las listas completas de cargos y responsabilidades eclesiásticos se especifica que pueden
ser asumidos por varones o mujeres (por ejemplo, anciano o anciana, director o directora, secretario o
secretaria, tesorero o tesorera). Sin embargo, en el texto explicativo y normativo se usa, en aras de la
brevedad, casi siempre únicamente el masculino (director, secretario, tesorero...), ya que en español
el género masculino referido a personas comprende los dos sexos. Cuando decimos «los hombres»
quiere decir «los varones y las mujeres», igual que en «los niños» quedan incluidos los varoncitos y las
niñas, y en «director», hablando genéricamente, también se sobrentiende que es el nombre de un cargo
que puede ser asumido por un varón (director) o una dama (directora).— N. de los E. (6)
CAPÍTULO 2
La iglesia del Dios viviente
Las Escrituras usan diversas expresiones para referirse a la iglesia,
como «la iglesia de Dios» (Hech. 20: 28, NVI), el «cuerpo de Cristo»
(Efe. 4: 12) y «la iglesia del Dios viviente» (1 Tim. 3: 15).
Pertenecer a la iglesia de Dios es un privilegio único, que aporta una
inmensa satisfacción al alma. Es el propósito de Dios reunir un pueblo
de los lugares más recónditos de la tierra y constituir con él un solo cuerpo,
el cuerpo de Cristo: la iglesia, de la cual él es la cabeza viviente. Todos
los que son hijos de Dios en Cristo Jesús son miembros de ese cuerpo,
y en esa relación gozan de la mutua fraternidad y también de la comunión
con su Señor.
La Biblia usa la palabra «iglesia» al menos en dos sentidos: en un
sentido general lo aplica a la iglesia en todo el mundo (Mat. 16: 18;
1 Cor. 12: 28); y en un sentido particular lo aplica a la iglesia de una ciudad
o de una región como las de Roma (Rom. 1: 6, 7), Corinto (1 Cor. 1: 2) y
Tesalónica (1 Tes. 1: 1); y las de Galacia (1 Cor. 16: 1), Asia (1 Cor. 16: 19),
Siria y Cilicia (Hech. 15: 41).
Cristo, que es la cabeza de la iglesia y su Señor viviente, profesa un
profundo amor a los miembros de su cuerpo. En la iglesia él debe ser
glorificado (Efe. 3: 21). Por medio de la iglesia, el Señor revelará «la
multiforme sabiduría de Dios» (Efe. 3: 10). Día tras día sustenta a su
iglesia (Efe. 5: 29), y es su mayor anhelo hacer de ella «una iglesia gloriosa,
que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante; sino que fuera
santa y sin mancha» (Efe. 5: 27). (7)
Sin muros de separación
Cristo procuró, por precepto y ejemplo, enseñar la verdad de que para
Dios no debería existir ningún muro de separación entre Israel y las
demás naciones (Juan 4: 4-42; 10: 16; Luc. 9: 51-56; Mat. 15: 21-28).
El apóstol Pablo escribe: «Los gentiles son coherederos y miembros del
mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio
del evangelio» (Efe. 3: 6).
Tampoco debe haber entre los seguidores de Cristo ninguna primacía
de casta, nacionalidad, raza o color, pues todos somos de la misma sangre.
Los elegidos de Dios constituimos una hermandad universal, una
nueva creación: «Todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál. 3: 28;
Juan 3: 16).
«Cristo vino a esta tierra trayendo un mensaje de misericordia y perdón.
Colocó los fundamentos para una religión en la cual judíos y gentiles,
negros y blancos, libres y siervos, estuvieran unidos por una hermandad
común, reconocidos como iguales a la vista de Dios. El Salvador ama a
cada ser humano con un amor ilimitado» (7T 214).
«Dios no reconoce ninguna distinción por causa de la nacionalidad,
la raza o la casta. Es el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hombres
son una familia por la creación, y todos son uno por la redención.
Cristo vino para demoler todo muro de separación, para abrir todo departamento
del templo, para que cada alma pudiese tener libre acceso a
Dios [...]. En Cristo no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre. Todos
son atraídos por su preciosa sangre» (PVGM 318).
Objeto supremo de la consideración de Cristo
Quienes son llamados a servir a Cristo como dirigentes deben cuidar
«de la iglesia» (1 Tim. 3: 5), «apacentar la iglesia del Señor» (Hech. 20: 28)
y mostrar «preocupación por todas las iglesias» (2 Cor. 11: 28).
«Testifico ante mis hermanos y hermanas que la iglesia de Cristo, por
debilitada y defectuosa que sea, es el único objeto en la tierra al cual él
concede su suprema consideración. Mientras el Señor extiende a todo
el mundo su invitación de venir a él y ser salvo, comisiona a sus ángeles
a prestar ayuda divina a toda alma que acude a él con arrepentimiento
y contrición, y él se manifiesta personalmente a través de su Espíritu Santo
en medio de su iglesia» (TM 15).
Como esposa de Cristo, y objeto supremo de su consideración, se
espera de la Iglesia que, en todas sus funciones, represente el orden y el
carácter de lo divino. (8)
«En este tiempo la iglesia ha de ponerse sus hermosas vestiduras:
“Cristo, nuestra justicia”. Hay distinciones claras, definidas, que han de
ser restauradas y ejemplificadas ante el mundo al mantener en alto los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús. La hermosura de la santidad ha
de aparecer con su lustre primitivo en contraste con la deformidad y las
tinieblas de los desleales, aquellos que se han rebelado contra la ley de
Dios. Así nosotros reconocemos a Dios, y aceptamos su ley, el fundamen -
to de su gobierno en el cielo y a lo largo de sus dominios terrenales. Su
auto ridad debe ser mantenida distinta y clara delante del mundo; y no
debe reconocerse ninguna ley que se halle en conflicto con las leyes de
Jehová. Si desafiando las disposiciones de Dios se permite que el mundo
ejerza su influencia sobre nuestras decisiones o nuestras acciones, el propósito
de Dios es anulado. Por especioso que sea el pretexto, si la iglesia
vacila aquí, se registra contra ella en los libros del cielo una traición de
las más sagradas verdades y una deslealtad al reino de Cristo. La iglesia
ha de sostener firme y decididamente sus principios ante todo el universo
celestial y los reinos del mundo; la inquebrantable fidelidad en
mantener el honor y el carácter sagrado de Dios atraerá la atención y la
admiración aun del mundo, y muchos serán inducidos, por las buenas
obras que contemplen, a glorificar a nuestro Padre que está en los cielos»
(TM 16, 17).
El apóstol Pedro escribe: «Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis
las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable»
(1 Ped. 2: 9).
Completos en Cristo
«El Señor ha provisto a su iglesia de talentos y bendiciones, para que
presente ante el mundo una imagen de la suficiencia de Dios y para que su
iglesia sea completa en él, una constante ejemplificación de otro mundo,
el mundo eterno, regido por leyes superiores a las terrenas. Su iglesia ha
de ser un templo erigido a la semejanza divina, y el arquitecto angelical
ha traído del cielo su áurea vara de medir, para que cada piedra pueda
ser labrada y escuadrada según la medida divina y pulida para brillar
como emblema del cielo, irradiando en todas direcciones los rayos brillantes
y claros del Sol de Justicia. […]
»El Señor Jesús está realizando experimentos en los corazones humanos
por medio de la manifestación de su misericordia y abundante
gracia. Está realizando transformaciones tan sorprendentes que Satanás, (9)
con toda su triunfante jactancia, con toda su confederación del mal unida
contra Dios y las leyes de su gobierno, se detiene para mirarlas como
una fortaleza inexpugnable ante sus sofismas y engaños. Son para él un
misterio incomprensible. Los ángeles de Dios, serafines y querubines, los
poderes comisionados para cooperar con los agentes humanos, contemplan
con asombro y gozo cómo hombres caídos, una vez hijos de la ira,
están desarrollando, por la enseñanza de Cristo, caracteres a la semejanza
divina, para ser hijos e hijas de Dios, para desempeñar una parte importante
en las ocupaciones y los deleites del cielo.
»Cristo ha dado a la iglesia amplias facilidades a fin de que pueda
recibir ingente rédito de gloria de su posesión comprada y redimida. La
iglesia, dotada de la justicia de Cristo, es su depositaria, en la cual las riquezas
de su misericordia, su amor y su gracia han de aparecer en plena
y final manifestación. […]».
«Cristo mira a sus hijos en su inmaculada pureza y perfección impecable
como la recompensa de sus sufrimientos, su humillación y su amor,
y la corona de su gloria, siendo él mismo el gran centro del cual irradia
toda gloria. “Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero”
» (TM 17-19).
La Iglesia está comprometida con los principios mencionados anteriormente
relativos a la unidad espiritual de la iglesia de Cristo. Mediante
la paz y el poder que aporta la justicia de Cristo, la Iglesia se compromete
a superar todas las barreras que el pecado ha erigido entre los seres humanos.(10)
CAPÍTULO 3
Organización y autoridad
La organización de la Iglesia está basada en principios divinos. «Nunca
permitáis que las ideas de alguna persona perturben vuestra fe con respecto
al orden y la armonía que debieran existir en la iglesia. […] El
Dios del cielo es un Dios de orden, y requiere que sus seguidores tengan
reglas y normas que mantengan el orden» (5T 254, 255).
Base bíblica de la organización
Cuando Dios llamó a los hijos de Israel a salir de Egipto y los escogió
como su pueblo peculiar, los dotó de un completo sistema organizativo
que gobernara su conducta, tanto en los asuntos civiles como en los religiosos.
«El gobierno de Israel se caracterizaba por la organización más cabal,
tan admirable por su esmero como por su sencillez. El orden tan señaladamente
puesto de manifiesto en la perfección y disposición de todas
las obras creadas por Dios se veía también en la economía hebrea. Dios
era el centro de la autoridad y del gobierno, el soberano de Israel. Moisés
se destacaba como el caudillo visible que Dios había designado para administrar
las leyes en su nombre. Posteriormente se escogió de entre los
ancianos de las tribus un consejo de setenta hombres para que asistiera
a Moisés en la administración de los asuntos generales de la nación. Enseguida
venían los sacerdotes, quienes consultaban al Señor en el santuario.
Había jefes, o príncipes, que gobernaban sobre las tribus. Bajo (11)
estos había “jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez” (Deut. 1: 15),
y por último, funcionarios que se podían emplear en tareas especiales»
(PP 345, 346).
En la iglesia del Nuevo Testamento se puso de manifiesto esa misma
perfección en su organización. El propio Cristo, como fundador de la iglesia
(Mat. 16: 18), colocó «cada uno de los miembros en el cuerpo, como
él quiso» (1 Cor. 12: 18). Los capacitó con dones y talentos adecuados
a las funciones que les había confiado, y los organizó en un cuerpo vivo
y activo, del cual él es la cabeza.
«Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros,
pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo
muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los
otros» (Rom. 12: 4, 5). Cristo «es la cabeza del cuerpo que es la iglesia,
él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en
todo tenga la preeminencia» (Col. 1: 18).
«Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad
de ministerios, pero el Señor es el mismo». «Porque así como el
cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros
del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo».
«Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.
Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego
profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los
que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de
lenguas» (1 Cor. 12: 4, 5, 12, 27, 28).
Importancia de la organización
Así como no puede haber un cuerpo humano vivo y activo a menos
que sus miembros estén orgánicamente unidos y actúen coordinadamente,
tampoco puede haber una iglesia viva que crezca y prospere a menos que
sus miembros estén organizados en un cuerpo espiritual unido, y todos
desempeñen los deberes y las funciones que Dios les haya confiado, bajo
la dirección de una autoridad divinamente constituida. Sin organización,
ninguna institución o movimiento puede prosperar. Una nación sin gobierno
organizado sería un caos. Una empresa comercial sin organización
fracasaría. Una iglesia sin organización se desintegraría y desaparecería.
Para que la iglesia se desarrolle de una manera saludable y cumpla su
misión de llevar el evangelio de salvación a todo el mundo, Cristo estableció
un sistema de organización sencillo y eficaz. El éxito de su empeño
en llevar a cabo esa misión depende de su leal adhesión a ese plan divino. (12)
«Algunos han adelantado la idea de que, a medida que nos acerquemos
al fin del tiempo, cada hijo de Dios actuará independientemente de
toda organización religiosa; pero he sido instruida por el Señor en el
sentido de que en esta obra no existe tal cosa como que cada hombre
pueda ser independiente» (TM 489).
«¡Cómo se regocijaría Satanás si tuviera éxito en sus esfuerzos por infiltrarse
en medio de este pueblo y desorganizar la obra en un momento
cuando la organización completa es esencial, puesto que será el mayor
poder para impedir la entrada de movimientos espurios, y para refutar
pretensiones que no tienen apoyo en la Palabra de Dios! Necesitamos
sujetar las riendas en forma pareja, para que no se destruya el sistema
de organización y orden que se ha levantado gracias a una labor sabia y
cuidadosa. No se debe permitir la acción de ciertos elementos desordenados
que desean manejar la obra en este tiempo» (TM 489).
Propósitos de la organización
«A medida que nuestros miembros fueron aumentando, resultó evidente
que sin alguna forma de organización habría gran confusión, y la
obra no se realizaría con éxito. La organización era indispensable para proporcionar
sostén al ministerio, para dirigir la obra en nuevos territorios,
para proteger tanto a las iglesias como a los ministros de los miembros indignos,
para retener las propiedades de la iglesia, para la publicación de la
verdad por medio de la prensa, y para muchos otros propósitos» (TM 26).
«Como miembros de la iglesia visible y obreros en la viña del Señor,
todos los que profesan el cristianismo deben hacer cuanto pueden para
conservar la paz, la armonía y el amor en la iglesia. Tomemos nota de la
oración de Cristo: “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en
mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa; para que el
mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17: 21). La unidad de la iglesia
es la evidencia convincente de que Dios ha enviado al mundo a Jesús como
su Redentor» (5T 583).
El modelo del Nuevo Testamento
La comisión encomendada a la iglesia por el Señor para que llevara el
mensaje de salvación al mundo entero (Mat. 28: 19, 20; Mar. 16: 15) implicaba
no solo la predicación del evangelio, sino garantizar el bienestar
de cuantos aceptaran ese mensaje. Ello conllevaba pastorear el rebaño,
así como resguardarlo y manejar los problemas interpersonales. Todo
ello exigía organizarse. (13)
Inicialmente, los apóstoles constituyeron un consejo que dirigía las
actividades de la iglesia desde Jerusalén (Hech. 6: 2; 8: 14). Cuando el
grupo allí asentado llegó a ser tan numeroso que la gestión de los asuntos
de índole práctica se convirtió en un problema, la iglesia eligió diáconos
para que se encargaran de esos asuntos (Hech. 6: 2-4).
Más tarde surgieron otras congregaciones, no solamente en Asia, sino
también en Europa, lo cual requirió nuevas medidas organizativas. En Asia
Menor se ordenaron «ancianos en cada iglesia» (Hech. 14: 23). La expansión
de la obra por las distintas provincias del Imperio Romano hizo necesaria la
organización de iglesias en lo que podríamos llamar «asociaciones» (ver Gál.
1: 2). Así, paso a paso, se desarrolló la organización en la iglesia primitiva.
A medida que surgían las necesidades, Dios guiaba a los dirigentes de su
obra para que, en coordinación con la iglesia, fueran desarrollando un sistema
de organización que salvaguardara los intereses de la obra.
La organización de la Iglesia en la actualidad
El sistema de gobierno de la Iglesia Adventista del Séptimo Día es representativo,
pues reconoce que la autoridad de la Iglesia emana de sus
miembros, y se expresa por medio de representantes debidamente elegidos
en cada nivel organizacional, delegándose la responsabilidad directiva a los
cuerpos representativos y a los dirigentes para el gobierno de la Iglesia en
cada uno de sus niveles. El MANUAL DE LA IGLESIA aplica este principio de representatividad
al funcionamiento de la iglesia local. Los asuntos de representatividad
en campos locales con estatus de misión son definidos por el
reglamento operativo, y en campos locales con estatus de asociación los define
su constitución. Este sistema de gobierno establece también que la ordenación
al ministerio es reconocida por la Iglesia en todo el mundo.
«Cada miembro de la iglesia tiene voz para elegir los dirigentes de ella.
La iglesia elige a los dirigentes de las asociaciones locales. Los delegados
elegidos por las asociaciones locales eligen los dirigentes de las uniones;
y los delegados elegidos por las uniones eligen a los dirigentes de la Asociación
General. Con este sistema, toda asociación, institución, iglesia e
individuo, sea directamente o por medio de sus representantes, tiene
voz en la elección de los hombres que llevan las responsabilidades principales
en la Asociación General» (8T 247).
El actual sistema organizacional de la Iglesia ha resultado de una creciente
comprensión teológica de la misión, del aumento de la feligresía
y de la expansión geográfica de la Iglesia. En 1863 se reunieron repre- (14)
sentantes de las asociaciones para organizar la Asociación General de la
Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Hay varios niveles dentro de la organización de la Iglesia, que parten
del creyente individual y alcanzan a la organización mundial de la obra.
Agrupaciones de miembros de cada uno de esos niveles celebran periódicamente
sesiones administrativas formales denominadas Reuniones
Constituyentes o Congresos. (Por lo general, la Reunión Constituyente o
Con greso de una iglesia local se denomina Reunión Administrativa.) En la
estructura de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ninguna Orga nización
puede determinar su propio estatus, ni puede funcionar como si no tuviera
obligación alguna hacia el resto de la familia eclesiástica mundial.
Esquema de la organización denominacional
1. Iglesia local: Agrupación de miembros, dentro de una zona geográfica
delimitada, a la que el congreso de una asociación ha otorgado la
condición de iglesia.
2. Asociación local: Agrupación de iglesias locales, dentro de una zona
geográfica delimitada, a la que una resolución de una junta directiva
de la división, de medio año o de fin de año, o de una reunión del
concilio administrativo de la división le ha otorgado la condición de
asociación/misión/campo local adventista del séptimo día, y que posteriormente
ha sido aceptada, en una sesión del congreso de la unión,
en la hermandad de asociaciones/misiones (ver la p. 5).
3. Unión de iglesias: Agrupación de iglesias, dentro de una zona geográfica
delimitada, a la que un Congreso de la Asociación General ha
concedido la condición oficial de unión de iglesias, con estatus ya
sea de asociación o de misión.
4. Unión: Agrupación de Asociaciones, dentro de una zona geográfica
delimitada, a la que un Congreso de la Asociación General ha otorgado
la condición oficial de Unión.
5. Asociación General y sus Divisiones: La Asociación General representa
a la Iglesia mundial. Sus miembros constituyentes están definidos en su
Constitución. Para facilitar su actividad mundial, la Aso ciación General
ha establecido sedes regionales, denominadas divisiones de la Asociación
General, a las que se ha asignado, por resolución de la Junta Directiva
de la Asociación General en Concilios Anuales, una supervisión administrativa
general de agrupaciones de uniones designadas y de iglesias e
instituciones de la Iglesia dentro de zonas geo gráficas delimitadas. (15)
La Biblia es el fundamento y la fuente de toda doctrina y práctica; sobre
esta base, el Congreso de la Asociación General determina la declaración
de Creencias Fundamentales de la Iglesia. El Congreso de la Asociación
General también autoriza el establecimiento de uniones y la adscripción
de unidades del campo local a las mismas, revisa el MANUAL DE
LA IGLESIA, elige a los dirigentes de la Asociación General y de las divisiones,
lleva a cabo otras funciones según se especifica en su Constitución
y en sus Estatutos, y considera asuntos que le son presentados por
su Junta Directiva. Según la Constitución y los Estatutos, la Junta Directiva
de la Asociación General tiene poderes, entre Congresos, para actuar en
nombre de sus constituyentes. Así, las organizaciones de la Iglesia en todo
el mundo reconocen que el Congreso de la Asociación General es la voz
de la Iglesia.
Papel de las instituciones
La Iglesia, en sus diferentes niveles de organización, administra Instituciones
educativas, de salud, de publicaciones y otras instituciones que
tratan de alcanzar a otros en nombre de Cristo para satisfacer las necesidades
de un mundo saturado de problemas. En la teología y la filosofía
adventistas del séptimo día, esas instituciones, desde su creación, han
sido instrumentos indispensables para llevar a cabo la misión espiritual
de la Iglesia de servir al ser humano en su totalidad y de llevar el evangelio
al mundo.
Ninguna organización ni institución de la Iglesia asume la responsabilidad
por los pasivos, las deudas, las acciones o las omisiones de otra organización
de la Iglesia por el solo hecho de que esté afiliada a la Iglesia.
La autoridad en la iglesia primitiva
Como Creador, Redentor y Sustentador, Señor y Rey de toda la crea -
ción, solamente Dios es la fuente y el fundamento de autoridad para la
iglesia. Delegó autoridad en sus profetas y apóstoles (2 Cor. 10: 8), quienes,
por lo tanto, ocuparon una posición única y determinante en la
transmisión de la Palabra de Dios y en la edificación de la iglesia (Efe. 2: 20).
La iglesia primitiva tenía la responsabilidad de velar por la pureza en
la doctrina y en las prácticas. Los ancianos (u obispos) tenían gran autoridad.
Una de sus principales funciones era el cuidado pastoral en general
y la supervisión (Hech. 20: 17-28; Heb. 13: 17; 1 Ped. 5: 1-3), lo cual incluía
tareas especiales como las de instruir en la sana doctrina y refutar a (16)
quienes se opusieran a ella (1 Tim. 3: 1, 2; Tito 1: 5, 9). Recibieron el
encargo de probar «los espíritus si son de Dios» (1 Juan 4: 1) o, en palabras
de Pablo, examinarlo «todo» y retener «lo bueno» (1 Tes. 5: 21).
Lo mismo puede decirse en cuanto a la aplicación de la disciplina
(Mat. 18: 15-17), que abarcaba todas las formas, desde la amorosa amonestación
privada (cf. Mat. 18: 16; Gál. 6: 1) hasta la desfraternización
(Mat. 18: 18; 1 Cor. 5: 11, 13; 2 Cor. 2: 5-11).
Por todo ello, la Iglesia tiene autoridad para establecer las normas de
su propio gobierno.
La Asociación General es la máxima autoridad
En la Iglesia actual, el Congreso de la Asociación General, y la Junta
Directiva de la misma durante los períodos entre congresos, constituye
la máxima autoridad eclesiástica en la administración de la Iglesia. La
Junta Directiva de la Asociación General está autorizada por su constitución
para crear organizaciones subalternas con autoridad para llevar
a cabo sus funciones. Por lo tanto, todas las organizaciones e instituciones
subalternas, en todo el ámbito de la Iglesia, reconocen que el Congreso
de la Asociación General, y la Junta Directiva de la Asociación General
entre congresos, sometidas a Dios, son la autoridad eclesiástica supre -
ma entre los adventistas del séptimo día.
Cuando surgen diferencias en las iglesias, los campos locales o las
instituciones, o entre ellas, los asuntos que no resuelvan entre ellas se
pueden apelar al nivel inmediato superior. Si los problemas no son resueltos
en ese nivel, pueden apelar sucesivamente a los siguientes niveles
superiores. Una organización que haya recibido una apelación, puede
decidir no prestar atención al asunto, en ese caso la decisión tomada por
el nivel superior involucrado en la disputa será la definitiva.
«Se me ha indicado muchas veces que ningún hombre debe renunciar
a su juicio para ser dominado por el de cualquier otro hombre.
Nunca debe considerarse que la mente de un hombre o la de unos pocos
hombres es suficiente en sabiduría y poder para controlar la obra y decir
qué planes deben seguirse. Pero cuando en un Congreso de la Asociación
General se expresa el juicio de los hermanos congregados de todas partes
del campo, la independencia y el juicio particular no deben sostenerse
con terquedad, sino someterse. Nunca debe un obrero tener por virtud
el persistir en una actitud independiente contra la decisión del cuerpo
general» (9T 208, 209). (17)
CAPÍTULO 4
Los pastores y otros obreros de la Iglesia
Un ministerio divinamente establecido
«Dios tiene una iglesia, y esta tiene un ministerio designado divinamente.
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos
para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del
Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud
de Cristo” […].
»Hombres designados por Dios han sido escogidos para velar con
celoso cuidado y vigilante perseverancia, para que la iglesia no sea destruida
por los malos designios de Satanás, sino que subsista en el mundo
y fomente la gloria de Dios entre los hombres» (TM 52, 53).
El presidente de la asociación: El presidente de la asociación debe ser
un pastor ordenado, de experiencia y buena reputación. Está al frente
del ministerio evangélico de su asociación, y es el primer anciano, o superintendente
general, de todas las iglesias. Trabaja en favor del bienestar
espiritual de sus iglesias, y las aconseja acerca de sus actividades y planes.
Tiene acceso a todas las iglesias y a sus cultos, reuniones administrativas
y juntas, sin derecho a voto, a no ser que la iglesia se lo conceda
20
MANUAL DE LA IGLESIA
o que sea miembro de esa congregación. En virtud de su cargo, puede
presidir cualquier reunión de la iglesia cuando sea necesario. Tiene acce -
so a todos los documentos de la iglesia.
El presidente de la asociación no tiene autoridad para ignorar a los dirigentes
debidamente elegidos por la iglesia, sino que ha de cooperar
con ellos; quienes, a su vez, reconociendo los vínculos de hermandad con
la asociación, están obligados a consultarle en todo lo que ataña al bienestar
de la iglesia. No deben intentar excluirlo del debido desempeño de
sus deberes.
Directores de los departamentos de la asociación: Los directores de los
departamentos de la asociación promueven ramos importantes de la
obra, bajo la dirección general de la junta de la asociación, en consulta
con el presidente de la asociación. Para que puedan llevar a cabo con éxito
la tarea que se les asigna, estos obreros deben tener acceso a las iglesias
a fin de que puedan presentar y desarrollar sus planes. Estos obreros
tomarán en cuenta de forma favorable todos los planes de la iglesia local,
incluyendo los que no sean de la incumbencia de sus respectivos departamentos.
Los directores de los departamentos no tienen autoridad administrativa
ni ejecutiva, por lo que se relacionan con las iglesias locales en calidad
de consejeros. Su labor no tiene la misma vinculación con las iglesias
que la de la junta directiva de la asociación o la de su presidente. Al promover
el tipo de tarea específica que realizan, actúan en todas las iglesias
de la asociación; sin embargo, no se espera que aconsejen a las iglesias
acerca de asuntos relacionados con las elecciones de sus dirigentes,
ni sobre otros deberes administrativos ni acerca de ningún otro asunto,
a no ser que el presidente de la asociación les solicite expresamente que
lo hagan.
Pastores ordenados: Los pastores ordenados nombrados por la junta de
la asociación para que actúen como pastores o dirigentes de distrito, no
ocupan el lugar del presidente en su respectivo campo local. No se hallan
investidos de potestades administrativas como el presidente, pero colaboran
con él en el desarrollo de los planes y las decisiones de la asociación.
Al ser asignado a una iglesia local, el pastor ordenado es ayudado por
los ancianos locales. En virtud de su ordenación, el pastor está capacitado
para oficiar en todos los ritos y las ceremonias. El pastor debe ser
el líder espiritual y el consejero de la iglesia. Los pastores deben instruir
21
4. Los pastores y otros obreros de la Iglesia
a los dirigentes de la iglesia en sus deberes, y planear junto a ellos todos
los aspectos de las labores y de las actividades que se han de llevar a cabo.
El pastor es miembro de la junta de iglesia y actúa como presidente
de la misma. Si el pastor desea ser relevado de la responsabilidad de presidente
de la junta, un anciano ejercerá la función de presidente en coo pe -
ración con el pastor (ver pp. 66, 130). Se espera que, con la ayuda de los
ancianos, planifique y dirija todos los servicios espirituales, como el culto
de adoración del sábado por la mañana y la reunión de oración, y debe
oficiar en el servicio de comunión y en los bautismos. Los pastores no
han de rodearse de un grupo especial de consejeros de su propia elección,
sino que deben cooperar siempre con los dirigentes que la iglesia
haya elegido.
Cuando se solicita a un evangelista que lleve a cabo una campaña de
evangelización donde existe una iglesia, la asociación invitará al pastor
a colaborar con el evangelista, dando así al pastor la oportunidad de que
se familiarice con los miembros en perspectiva.
Los pastores y los pastores asociados no son nombrados ni elegidos
para tales puestos por la iglesia. Su relación con la iglesia es consecuencia
de su nombramiento por parte de la junta de la asociación, y tales nombramientos
pueden alterarse en cualquier momento (ver pp. 66-70).
Un pastor puede ser destituido de su cargo por una resolución de la
junta directiva de la asociación sin que eso afecte su condición como
miembro de iglesia. Sin embargo, si un pastor ha sido excluido de la membresía
de la iglesia y más tarde es admitido a la misma como laico, no por
ello recupera su condición ministerial.
Pastores con licencia ministerial: La asociación concede a los candidatos
en perspectiva una licencia ministerial a fin de darles la oportunidad de
demostrar su vocación al ministerio, especialmente en lo que atañe a la
ganancia de almas. La concesión de esta licencia les confiere la oportunidad
de desarrollar el don ministerial.
Los pastores con licencia ministerial están autorizados para predicar,
para dedicarse a la evangelización, para dirigir la obra misionera y para
colaborar en todas las actividades de la iglesia.
Sin embargo, hay circunstancias en las que es necesario que la asociación
nombre a un pastor con licencia para que se ocupe, como pastor o
pastor asociado, de una iglesia o de una agrupación de iglesias. A fin de preparar
el camino para que un pastor con licencia desempeñe ciertas funciones
pastorales, la iglesia o la agrupación de iglesias objeto de servicio debe
22
MANUAL DE LA IGLESIA
elegir al pastor como anciano local. Después, dado que el derecho a permitir
la ampliación de la autoridad de un pastor con licencia reside en
primer lugar en la junta directiva de la división, esta deberá aprobar la ampliación
definiendo de manera clara y específica las funciones adicionales
que el pastor con licencia puede llevar a cabo. Las funciones objeto de
ampliación se limitan únicamente a la iglesia o a la agrupación de iglesias
a las que el pastor está asignado y de las que es anciano. Una vez que la
junta de la división haya tomado su acuerdo, puede hacerlo la junta de
la asociación (ver p. 66).
La junta de la asociación no ampliará las funciones de un pastor con
licencia más allá de lo que haya sido autorizado por la junta de la división.
Tampoco autorizará a un pastor con licencia ninguna ampliación
de funciones en una iglesia ajena al ámbito al que el pastor haya sido
asignado y del que sea anciano. Un acuerdo de la junta de la asociación
no puede ser reemplazado por un nombramiento o una ordenación al
ministerio evangélico votado por una iglesia.
Instructores bíblicos: La asociación puede dar empleo a instructores bíblicos
y encomendarles que trabajen en campañas de evangelización o
en congregaciones locales. Aunque los instructores trabajan bajo la dirección
general de la asociación, un instructor asignado a una campaña
de evangelización trabaja bajo la dirección del evangelista que desarrolla
la campaña, y un instructor asignado a una iglesia trabaja bajo la dirección
del pastor. A un instructor bíblico no se le debe pedir, a menos que
exista un arreglo especial con la asociación, que desempeñe ningún cargo
en la iglesia, sino que debe dejárselo libre para que cumpla con su labor
de ganar almas.
La asociación dirige a los obreros de la iglesia: El presidente de la asociación,
de común acuerdo con la junta directiva, dirige a todos los obreros
de la misma, como los pastores, los instructores bíblicos y los di rectores
de departamento, quienes reciben sus credenciales de parte de la asociación
y son responsables ante ella, no ante ninguna iglesia local. Una
iglesia puede solicitar del presidente de la asociación los servicios o la
ayuda de los obreros de la asociación, pero, en todos los casos, las decisiones
dependen de la junta de la asociación. La junta de la asociación
puede cambiar la asignación de trabajo de un obrero siempre que lo
considere necesario. El obrero o la iglesia pueden apelar a la junta de la
asociación para ser escuchados con respecto a la decisión de trasladar
al obrero, y la junta considerará cuidadosamente la petición, teniendo
en cuenta las necesidades de la asociación en su conjunto. Si el obrero
se niega a colaborar con la junta y rehúsa trabajar en armonía con las
decisiones de esa junta, su conducta puede ser considerada como una
insubordinación y tratada como tal. El obrero no debe en ningún caso
apelar a la iglesia en lo referente a tales decisiones. Si una iglesia local
apoya la negativa de un obrero a cooperar, también se expone a la disciplina
de la asociación.
Credenciales y licencias
La obra de Dios, desde la iglesia local hasta la Asociación General,
ha de ser salvaguardada celosamente por dirigentes responsables. Se conceden
credenciales y licencias oficiales a todos los obreros de la Iglesia
de dedicación exclusiva y les son otorgadas por juntas directivas por períodos
limitados.
En una asociación local, la junta otorga autoridad a determinadas
personas para que representen a la Iglesia como pastores y obreros evangélicos.
Esta autoridad se pone de manifiesto por la concesión de credenciales,
que son autorizaciones escritas, debidamente fechadas y firmadas
por los administradores de la asociación. La autoridad así conferida no
es personal ni inherente al individuo, sino que es inherente a la organización
que la concede, la cual puede retirar las credenciales en cualquier
momento en que exista una causa justificada. Las credenciales y las licencias
concedidas a los obreros no deben nunca considerarse como una
propiedad personal, y deben ser devueltas cuando cesa en las funciones
o cuando la organización que las otorgó así se lo solicita.
No se puede permitir que nadie hable ante ninguna de nuestras congregaciones
a no ser que haya sido invitado por la iglesia en armonía
con las directrices de la asociación. Se acepta, sin embargo, que a veces
puede resultar apropiado que funcionarios del gobierno o dirigentes cívicos
dirijan la pa labra a nuestras congregaciones; pero los que no hayan
sido autorizados no tendrán acceso al púlpito (ver pp. 118, 119).
Credenciales y licencias vencidas: Las credenciales y las licencias se
otorgan por el tiempo que dure el mandato estipulado por la Constitución,
los Estatutos y los Reglamentos Administrativos de la asociación.
Se renuevan por acuerdo del congreso de la asociación o por la junta directiva.
La posesión de una credencial o una licencia vencida no confiere
a una persona autoridad alguna.
4. Los pastores y otros obreros de la Iglesia
23
Obreros jubilados: Los obreros jubilados merecen honor y reconocimiento
por su contribución a la edificación de la iglesia de Dios. Mediante
su elección para cualquier cargo, pueden seguir siendo una
bendición y una ayuda para las congregaciones de las que sean miembros.
También pueden ejercer funciones pastorales bajo la dirección de
la junta de la asociación.
Expastores sin credenciales: Quienes con anterioridad hayan sido ordenados
como pastores, pero ya no tienen credenciales válidas, pueden ser
elegidos como ancianos y, si su ordenación no fue anulada, no necesitarán
ser ordenados como ancianos. Sus funciones se limitan a las de un
anciano local.
MANUAL DE LA IGLESIA
24
25
Organización,
fusión y disolución
de iglesias y grupos
CAPÍTULO 5
Organización de una iglesia
Una iglesia es organizada por un pastor ordenado atendiendo la recomendación
de la junta directiva de la asociación. (En cuanto al procedimiento
para la organización de un grupo, ver p. 27). Puesto que la
organización de una iglesia tiene numerosas implicaciones, el presidente
de la asociación debería ser invitado a estar presente en la ceremonia.
Cuando un grupo de creyentes bautizados se halla preparado para
asumir las responsabilidades de una iglesia organizada, debe establecer
consultas con el presidente de la asociación y contar con la aprobación
de la junta directiva de la asociación antes de fijar una fecha para llevar
a cabo la ceremonia de organización.
Cuando los creyentes bautizados ya se hallen reunidos en la fecha acordada,
el oficiante presentará en primer lugar una breve reseña de las
Creencias Fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Acto seguido, la persona que presida la ceremonia pedirá que pasen
al frente todos los que estén de acuerdo con esos principios y deseen unirse
a la feligresía de esa iglesia. Se registrará el nombre de cada uno. Si alguno
ya es miembro de la iglesia de la asociación o de otra congregación,
la persona oficiante deberá presentar las cartas de traslado que los interesados
hayan solicitado previamente. Las personas trasladadas pasarán
así a formar el núcleo constituyente de la congregación.
26
MANUAL DE LA IGLESIA
Sin embargo, si no hay nadie que se traslade, entonces se elegirá a tres
miembros (preferentemente tres fieles observadores del sábado) para
constituir el núcleo de la nueva iglesia. Puede pedírseles que respondan
a las siguientes preguntas:
1. ¿Aceptan ustedes a Cristo como su Salvador personal?
2. ¿Se hallan en plena armonía con los principios de fe que se acaban
de presentar?
3. ¿Fueron ustedes bautizados por inmersión?
4. ¿Tienen ustedes buena reputación y gozan de mutua confianza?
Si responden afirmativamente a estas preguntas, se declarará que los tres
constituyen el núcleo de la nueva iglesia. Luego se llamará uno por uno
al resto de aquellos cuyo nombre fue anotado. A cada uno se le formularán
las preguntas anteriores, y quien presida la ceremonia pedirá a quienes
constituyen el núcleo que aprueben, mediante votación, la incorporación
a la hermandad de la iglesia de cada persona interrogada. Toda persona
así recibida se convierte en miembro de la iglesia y queda habilitada
para votar sobre el siguiente nombre. Es necesario verificar que existan
plena comunión y amor fraternal entre todas las personas recibidas en la
feligresía. En el supuesto caso de que surgieran problemas por cuestiones
doctrinales o de índole interpersonal, la votación tendría que ser postergada,
a no ser que el asunto pueda arreglarse sobre la marcha con bondad
y tacto.
Cuando el núcleo ha mostrado su aprobación, mediante votación, de
todos los miembros potenciales, la iglesia se constituye en una entidad
completa y está lista para la elección de sus dirigentes. A continuación,
los miembros deben elegir una comisión de nombramientos, presidida
por el pastor oficiante. Esta comisión de nombramientos presentará propuestas
para ocupar los diversos cargos de la iglesia. Después de elegir
a los dirigentes, debe celebrarse la ceremonia de ordenación de los ancianos,
a no ser que ya hayan sido ordenados como ancianos. Debe tener lugar
un servicio similar, aunque más breve, para la ordenación de los diáconos
y las diaconisas. A partir de ese momento, la iglesia queda plenamente
reconocida y se halla lista para funcionar como tal.
Antes de que termine la reunión de organización, los miembros tienen
que presentar, por votación, una solicitud a la asociación para que
reciba a la iglesia recién organizada en la hermandad de iglesias con ocasión
del siguiente congreso de la asociación.
27
5. Organización, fusión y disolución de iglesias y grupos
Para posibilitar el éxito de la nueva congregación, los dirigentes de la
asociación y los locales deberían asegurarse de que los dirigentes elegidos
reciban una instrucción cabal con respecto a sus deberes. Es requisito
indispensable que la nueva iglesia disponga de los utensilios necesarios
para celebrar el servicio de comunión que, si es posible, debería celebrarse
como parte de la reunión de organización. El tesorero, el secretario y los
demás dirigentes han de recibir todos los libros de registro y materiales
necesarios para el desempeño de sus responsabilidades.
Organización de un grupo
Cuando varios creyentes aislados residan a corta distancia entre sí o
cuando pertenezcan a un grupo poco numeroso, a una iglesia que se
reúne en un domicilio particular* o a un grupo celular dedicado al establecimiento
de nuevas iglesias, deberían considerar formar un grupo de
creyentes para la comunión, el culto y la misión, con el objetivo de desarrollarse
hasta constituir una iglesia organizada o de multiplicar las iglesias
en domicilios particulares en esa zona geográfica.
La junta de la asociación aprueba mediante votación el estatus de
grupo. En caso necesario, la misma junta puede disolver posteriormente
el grupo. La división o la asociación deberían disponer de directrices escritas
para la organización de grupos dentro de su territorio.
Los miembros de iglesia que formen parte de grupos poco numerosos
o que se reúnen en los domicilios particulares constituyen el núcleo
de un nuevo grupo. Las personas que deseen formar parte de un grupo
deberían tener su membresía o bien en la iglesia de la asociación o en
una iglesia local (iglesia madre). Si quienes quieren formar parte de un
grupo prefieren tener su feligresía en la iglesia de la asociación, la junta
de la asociación aprobará su traslado a la iglesia de la asociación e indicará
que forman parte del nuevo grupo.
Cuando la junta de la asociación aprueba el establecimiento de un
grupo, debe nombrarse un equipo de dirigentes que incluya un director,
un secretario y un tesorero. El nombramiento deberían realizarlo el
pastor del distrito u otro pastor nombrado por la junta de la asociación
en consulta con las personas que se constituyen como grupo.
Todos los demás nombramientos del grupo deberían realizarse mediante
votación de quienes formen parte del conjunto de personas que se
constituyen en grupo. El pastor del distrito u otra persona autorizada por
_________________________________
* Aquí puede ser equivalente a grupos pequeños, pequeñas congregaciones o focos de luz.
28
MANUAL DE LA IGLESIA
la junta de la asociación presidirá tal reunión. Únicamente se nombrarán
miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de buena reputación.
El director de un grupo no será ordenado para ese cargo, y no está
autorizado para llevar a cabo las funciones para las que se halla investido
un anciano de iglesia. Sin embargo, cuando circunstancias excepcionales
así lo aconsejen, la junta de la asociación puede nombrar a una persona
con experiencia en la iglesia y con capacidad de liderazgo para que actúe
como anciano del grupo.
El secretario del grupo llevará un registro de todas las actividades y
de todas las reuniones del grupo y enviará informes estadísticos de manera
regular a la iglesia madre o al secretario de la junta directiva de la
asociación. Estos informes deben incluir estadísticas de asistencia y de
las actividades del grupo, incluyendo las actividades misioneras llevadas
a cabo durante la semana o en sábado.
El tesorero del grupo mantendrá un registro de todo el dinero recibido
y desembolsado, y enviará con prontitud, en el momento establecido
por la asociación, todos los diezmos y las ofrendas que no se hayan
recogido con fines locales, al tesorero de la asociación, que es también
el tesorero de la iglesia de la asociación.
Si los miembros de un grupo organizado son miembros de la iglesia
de la asociación, el grupo no está autorizado para administrar disciplina
ni para transferir o aceptar a miembros de iglesia. Todos los asuntos
de esa naturaleza deben remitirse a la junta de la asociación, que constituye
la junta de la iglesia de la asociación. El presidente de la asociación
es el anciano de la iglesia de la asociación.
Si la asociación organiza un grupo por medio de una iglesia madre cercana,
en vez de hacerlo por medio de la iglesia de la asociación, las funciones
enumeradas anteriormente (como los informes y la feligresía) serán
atendidas por la iglesia madre.
Dado que un grupo querrá desarrollarse y acabar siendo reconocido
como iglesia, sus dirigentes deben preparar a los miembros para la condición
de iglesia promoviendo todas las actividades que generalmente
una iglesia lleva a cabo.
Fusión de iglesias
Cuando resulte aconsejable unir dos iglesias, la junta directiva de la
asociación tendrá que tomar un acuerdo recomendándolo. Luego, en
una reunión debidamente convocada, dirigida por el presidente de la
asociación, o por su pastor u otro pastor ordenado, cada una de las iglesias,
mediante votación, tiene que aceptar o rechazar la proyectada fu-
sión. Si ambas iglesias han votado favorablemente, debe convocarse una
reunión conjunta, presidida por el presidente de la asociación o, en su
ausencia, por un pastor ordenado designado por la asociación.
Se preparará, cuidadosamente y por escrito, un acuerdo en el que se
mencionen las razones para la fusión y donde se especifique cualquier
asunto o situación especiales implicados en dicha fusión, tales como lo
relativo al traspaso de inmuebles y la responsabilidad por las obligaciones
financieras contraídas. El acuerdo tiene que establecer el nuevo nombre
que se dará a la iglesia unida y contendrá una cláusula que releve de
sus cargos a todos los dirigentes de las dos iglesias.
La adopción de este acuerdo por el cuerpo unido de las iglesias participantes
consumará la fusión. Inmediatamente, los miembros de la
nueva congregación deberán elegir una comisión de nombramientos
para proponer a los dirigentes que han de prestar sus servicios durante
el tiempo que reste del ejercicio eclesiástico. La asociación archivará una
copia del acuerdo.
Toda la feligresía de ambas iglesias pasa a engrosar la nueva organización.
No se permite la exclusión de ningún miembro dejando de incluirlo
en la lista de miembros cuando se lleve a cabo la fusión. El cuerpo
unido será el responsable de mantener el orden y la disciplina de todos
los miembros. Los miembros que estén sujetos a algún tipo de medida
disciplinaria deberán ser tratados como se establece en el lugar correspondiente
de este MANUAL.
Los registros de ambas iglesias pasan a pertenecer a los registros del
cuerpo unido, lo cual se notificará a la asociación local para que pueda
llegar a los acuerdos correspondientes en su próximo congreso.
Disolución o expulsión de iglesias
«Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,
a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha
ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. […]
Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y
la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de
su cuerpo, de su carne y de sus huesos» (Efe. 5: 25-30).
Este es el espíritu que debiera imperar en cualquier empeño por ayudar
a una iglesia que yerra y en todos los aspectos de cualquier disciplina
que se deba aplicar: siempre el de ayudar y salvar para la causa de Dios.
5. Organización, fusión y disolución de iglesias y grupos
29
La condición de iglesia no es de por sí inamovible. Una iglesia puede
ser disuelta o expulsada de la hermandad de iglesias por las siguientes
razones:
1. Pérdida de miembros: Hay ocasiones en las que, a pesar de todos los
esfuerzos realizados para conservar una iglesia, esta ha perdido tantos
miembros por cambio de domicilio, por fallecimiento o por apostasía,
que la propia existencia de la congregación se ve amenazada. En
esas circunstancias, la junta de la asociación debe recomendar la posible
disolución de la iglesia.
Antes de que la iglesia apruebe la resolución final de disolverse, se
tiene que invitar a los miembros restantes a transferir su membresía
a otras iglesias.
Si quedan suficientes miembros, la congregación puede convocar una
reunión administrativa presidida por el presidente de la asociación o
por un pastor designado por él, con el fin de votar la aprobación de
cartas de traslado a todos los miembros de buena reputación para que
se unan a otras iglesias. De esta forma, la iglesia se disuelve de conformidad
con la recomendación de la junta directiva de la asociación, y
así se abre el camino para que la junta directiva de la asociación adopte
un acuerdo que registre la disolución de la iglesia.
Si, a juicio de la junta directiva de la asociación, quedara un número
demasiado reducido de miembros como para convocar una reunión
administrativa, la junta directiva de la asociación tendrá la autoridad
para recomendar el traslado de miembros en situación regular a otras
iglesias o a la iglesia de la asociación. La iglesia quedará así disuelta.
Si en el momento de la disolución hay miembros bajo disciplina a los que,
por este hecho, no se les pueden conceder cartas que certifiquen
que están en situación regular, su feligresía se asentará provisionalmente
en la iglesia de la asociación. Mientras tanto, los administradores
de la asociación velarán para que se realicen todos los esfuerzos posibles
para ayudar a los miembros disciplinados a alcanzar una renovada
experiencia cristiana. Si el esfuerzo tuviera éxito, podrán entonces ser
confirmados como miembros de la iglesia de la asociación, o bien se
les podrán conceder cartas de traslado a otras iglesias. Si no pudieran
ser ayudados o recuperados, se les tiene que dar de baja de la feligresía
mediante un acuerdo de la junta directiva de la asociación.
2. Disciplina: En raras ocasiones resulta necesario disolver una iglesia
por razones disciplinarias, ya que la misión de la iglesia es buscar y
MANUAL DE LA IGLESIA
30
salvar. Cuando persistan problemas graves, tales como la apostasía,
la negativa a actuar en armonía con el MANUAL DE LA IGLESIA o la rebelión
contra la asociación, es necesario que se hagan fervorosos esfuerzos
para evitar la necesidad de expulsarla. El pastor ha de tratar
de lograr una profundización en la vida espiritual de la iglesia mediante
su prédica y su ministerio de visitación personal. La asociación
debe promover una serie de reuniones de avivamiento que lleve a
los miembros a renovar su pacto con el Señor. Si tales esfuerzos no
tienen éxito, el pastor, con el apoyo de la junta directiva de la asociación,
tiene que reunirse con la iglesia y sus dirigentes, tratando
de conseguir la restauración y la reconciliación y de preservar la iglesia.
Son preferibles tales medidas correctivas a permitir el deterioro
de las relaciones, lo cual podría conducir a la expulsión de la iglesia.
Sin embargo, si fracasan todos los esfuerzos realizados para preservar
la iglesia, la junta directiva de la asociación tendrá que estudiar cuidadosamente
la posibilidad de la expulsión. Si se decide llevar a cabo
tal resolución, la asociación seguirá el siguiente procedimiento:
a. La decisión recomendando la expulsión, junto con las razones que
la apoyan, se presentará a la iglesia en cuestión durante una reunión
administrativa, para su información y consideración.
b. Si la iglesia no acepta la recomendación, podrá responder de una
de las siguientes maneras:
i. Eliminar las causas de la disciplina, aceptar las indicaciones
de la asociación y solicitar que la asociación rescinda la recomendación
de disolverla o expulsarla.
ii. Apelar a la junta directiva de la unión, o de la división en el
caso de una unión de iglesias, para que sirva de árbitro en
representación de la iglesia.
Si la iglesia persiste en su rebelión, la junta directiva de la asociación
presentará una recomendación en una reunión, regular o convocada al
efecto, de su congreso para que la iglesia sea disuelta.
Si el congreso acuerda la expulsión, la asociación ejecutará dicho
acuerdo.
Cuidado de los miembros, registros y fondos
Es posible que los miembros leales de una iglesia disuelta o expulsada
deseen mantener su membresía en la Iglesia. Para asegurar su bienestar,
se ha de mantener provisionalmente su membresía por un máximo de
5. Organización, fusión y disolución de iglesias y grupos
31
32
MANUAL DE LA IGLESIA
un año en la iglesia de la asociación, para conceder la oportunidad, a quienes
lo deseen, de que se confirme su condición de miembros de la iglesia
de la asociación o que se los transfiera a otra iglesia. Su situación será evaluada
por la junta directiva de la asociación y, si es satisfactoria, la junta
de la asociación puede recomendar que sean aceptados como miembros de
la iglesia de la asociación, o bien de otra iglesia de su elección.
Hay que enviar al secretario de la asociación los nombres de los miembros
de una iglesia disuelta o expulsada que se encuentren bajo disciplina,
para ser considerados con la mayor brevedad por la junta directiva
de la asociación, conforme a lo dispuesto más arriba en «Pérdida de miembros
».
Cuando se disuelve o se expulsa una iglesia por pérdida de miembros
o por razones de disciplina, todas las ofrendas, las cuentas financieras y
todos los bienes muebles e inmuebles que estén a nombre de la iglesia
local, o a nombre de la asociación, o de cualquier otro ente jurídico denominacional,
quedarán bajo la jurisdicción de la asociación. Por lo tanto,
la asociación tiene el derecho, la autoridad y el deber de administrar,
proteger o disponer de las referidas propiedades y fondos. Todos los libros
y registros de la iglesia quedarán bajo la custodia del secretario o el
tesorero de la asociación.
En los casos en que no estén en juego asuntos de disciplina, una alternativa
a la disolución o la expulsión de una iglesia es devolverla al estatus
de grupo. Tal decisión será tomada, mediante votación, por mayoría de
la junta directiva de la asociación, tras oír al pastor de distrito y a los miembros,
y será comunicada a la iglesia por el pastor o un representante de
la asociación.
En una reunión administrativa (ver p. 128), puede aprobarse la concesión
de cartas de traslado a los miembros restantes en situación regular
a la iglesia de la asociación o a otras iglesias en el caso de cualquier miembro
que desee el traslado. En la misma reunión, el pastor, en coordinación
con los miembros locales, nombrará, de entre los miembros del
nuevo grupo, un equipo dirigente que incluya un director, un secretario y
un tesorero. Para detalles de otras cuestiones organizativas relativas a un
grupo, ver «Organización de un grupo» en la página 27.
33
Los miembros
de la Iglesia
CAPÍTULO 6
Se deben inculcar firmemente a todas las personas que solicitan ser
admitidas en la Iglesia, las serias y solemnes obligaciones que supone
ser miembro del cuerpo de Cristo. Únicamente están preparados para ser
aceptados en la feligresía quienes dan muestras evidentes de que nacieron
de nuevo y de que gozan de una experiencia espiritual con el Señor
Jesús. Los pastores deben instruir a los candidatos sobre las enseñanzas
fundamentales de la Iglesia y sus prácticas para que se integren en la Iglesia
sobre una sólida base espiritual. Aunque no hay una edad mínima
establecida para el bautismo, se recomienda que los niños que expresan
el deseo de ser bautizados sean atendidos y motivados para que ingresen
en un programa de instrucción que pueda conducirlos al bautismo.
El apóstol Pablo escribe: «¿O no sabéis que todos los que hemos sido
bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?, porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo,
a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre,
así también nosotros andemos en vida nueva» (Rom. 6: 3, 4).
Lucas también señala: «Pedro les dijo: “Arrepentíos y bautícese cada
uno de vosotros en el nombre de Jesucristo […]”. Así que, los que recibieron
su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres
mil personas» (Hech. 2: 38, 41).
«Los miembros de la iglesia, los que han sido llamados de las tinieblas
a su luz admirable, han de revelar su gloria. La iglesia es la depositaria de
las riquezas de la gracia de Cristo; y mediante la iglesia se manifestará con
el tiempo, aun a “los principados y potestades en los lugares celestiales”
(Efe. 3: 10), el despliegue final y pleno del amor de Dios» (HAp 9).
34
MANUAL DE LA IGLESIA
El bautismo
Requisito previo para ser miembro de iglesia: «Cristo ha hecho del bautismo
la señal de entrada en su reino espiritual. Ha hecho de él una condición
positiva que todos deben cumplir si desean ser considerados bajo
la autoridad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. […]
»Por el bautismo se renuncia muy solemnemente al mundo. Los que
son bautizados en el triple nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
al comienzo mismo de su vida cristiana declaran públicamente que han
abandonado el servicio de Satanás y que han llegado a ser miembros de la
familia real, hijos del Rey celestial. Han obedecido la orden: “Salid de en
medio de ellos, y apartaos […] y no toquéis lo inmundo”. Y para ellos se
cumple la promesa: “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis
hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Cor. 6: 17-18)» (6T 97).
El bautismo es la vía de entrada en la Iglesia. Fundamentalmente, es
el compromiso de entrada en el pacto de salvación de Cristo y debe ser
tratado como una bienvenida solemne y gozosa a la familia de Dios.
La membresía en la Iglesia es posible únicamente en las iglesias incluidas
en la hermandad de iglesias reconocidas por una asociación.
Modo de bautizar. La Iglesia cree en el bautismo por inmersión, y solamente
acepta en la feligresía a quienes hayan sido bautizados de esta
manera (ver «Creencias Fundamentales», p. 175). Las personas que, reconociendo
su estado de pecadores perdidos, se arrepientan sinceramente
de sus pecados y experimenten la conversión, después de haber sido debidamente
instruidas, podrán ser aceptadas como candidatas al bautismo
y a la membresía de la Iglesia.
Instrucción cabal y examen público de los candidatos. Los candidatos
deben recibir instrucción bíblica, de forma individual o en una clase bautismal,
en cuanto a las Creencias Funda mentales y las prácticas de la Iglesia
y sobre las responsabilidades de los miembros. Un pastor deberá mostrar
a la iglesia, mediante un examen público, que los candidatos están
bien instruidos y se hallan listos para dar este importante paso, y que
sus costumbres y su conducta demuestran su aceptación voluntaria de
las doctrinas de la Iglesia y de los principios de conducta que son la
expresión externa de esas doctrinas, porque «por sus frutos los conoceréis
» (Mat. 7: 20).
Si el examen público no resulta posible, los candidatos deberán ser examinados
por la junta directiva de la iglesia o ante una comisión designada
35
6. Los miembros de la Iglesia
por la junta, tal como la junta de ancianos, cuyo informe ha de presentarse
posteriormente a la iglesia antes del bautismo.
«La prueba del discipulado no se aplica tan estrictamente como debiera
ser aplicada a los que se presentan para el bautismo. Debe saberse
si están simplemente tomando el nombre de adventistas del séptimo día,
o si se colocan de parte del Señor, para salir del mundo y separarse de
él y no tocar lo inmundo. Antes del bautismo, debe examinarse cabalmente
la experiencia de los candidatos. Hágase este examen, no de una
manera fría y manteniendo distancias, sino bondadosa y tiernamente, señalando
a los nuevos conversos el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo. Hágase sentir a los candidatos para el bautismo los requerimientos
del evangelio» (6T 101).
El voto y el compromiso bautismal
Los candidatos al bautismo y las personas que accedan a la feligresía
por profesión de fe afirmarán su aceptación de las Creencias Fundamentales
en presencia de la congregación local o de otro cuerpo debidamente
nombrado.
El pastor o el anciano deben dirigir las siguientes preguntas al candidato
o candidatos, cuyas respuestas pueden ser de viva voz, levantando
la mano o mediante otro método que sea apropiado para la cultura local.
Voto bautismal
1. ¿Creen ustedes en la existencia de un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu
Santo, que constituyen una unidad de tres Personas coeternas?
2. ¿Aceptan la muerte de Jesucristo en el Calvario como el sacrificio expiatorio
por sus pecados y creen que, por la gracia de Dios, mediante la
fe en su sangre derramada, somos salvos del pecado y de su penalidad?
3. ¿Aceptan a Jesucristo como su Señor y Salvador personal, creyendo
que Dios, en Cristo, perdona nuestros pecados y nos da un nuevo corazón;
y renuncian a los caminos pecaminosos del mundo?
4. ¿Aceptan por la fe la justicia de Cristo, nuestro intercesor en el santuario
celestial, y su promesa de gracia transformadora y de poder para
vivir una vida centrada en Cristo y llena de amor, tanto en sus hogares
como ante el mundo?
5. ¿Creen ustedes que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, la única
regla de fe y práctica para los cristianos? ¿Se comprometen a dedicar
con regularidad tiempo para la oración y el estudio de la Biblia?
36
MANUAL DE LA IGLESIA
6. ¿Aceptan los Diez Mandamientos como una expresión del carácter
de Dios y una revelación de su voluntad? ¿Es su propósito, por el po -
der de la presencia de Cristo en su corazón, guardar esta ley, incluido
el cuarto mandamiento, que requiere la observancia del séptimo día
de la semana, el sábado, como día del Señor y monumento conmemorativo
de la creación?
7. ¿Esperan la pronta venida de Jesús y la bendita esperanza, «cuando
esto mortal sea vestido de inmortalidad»? Mientras se preparan para
encontrarse con el Señor, ¿darán testimonio de su amorosa salvación
usando sus talentos en el esfuerzo personal en la ganancia de almas,
con el fin de ayudar a otros a prepararse para su gloriosa aparición?
8. ¿Aceptan ustedes la enseñanza bíblica de los dones espirituales, y creen
que el don de profecía es una de las señales que identifican a la iglesia
remanente?
9. ¿Creen en la organización de la Iglesia? ¿Es el propósito de ustedes
adorar a Dios y sostener a la Iglesia con sus diezmos y ofrendas, con
su esfuerzo personal y con su influencia?
10. ¿Creen que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y que al cuidar
del mismo honran a Dios, evitando el uso de lo que es perjudicial y
absteniéndose de todos los alimentos inmundos; el uso, fabricación
o venta de bebidas alcohólicas y tabaco en cualquiera de sus formas
para consumo humano; así como del mal uso y el tráfico de narcóticos
u otras drogas?
11. ¿Conocen y comprenden los principios bíblicos fundamentales, según
los enseña la Iglesia Adventista del Séptimo Día? ¿Es el propósito de
ustedes, por la gracia de Dios, cumplir su voluntad ordenando sus
vidas de acuerdo con estos principios?
12. ¿Aceptan la enseñanza del Nuevo Testamento acerca del bautismo
por inmersión, y desean ser bautizados de esa manera como una expresión
pública de su fe en Cristo y del perdón de sus pecados?
13. ¿Aceptan y creen que la Iglesia Adventista del Séptimo Día es la iglesia
remanente de la profecía bíblica, y que se invita a personas de
todas las naciones, razas y lenguas a formar parte de esta comunión
y a ser aceptadas en su feligresía? ¿Desean ustedes ser aceptados como
miembros de esta congregación local de la Iglesia mundial?
37
6. Los miembros de la Iglesia
Voto bautismal alternativo
1. ¿Aceptan a Jesucristo como su Señor y Salvador personal, y desean
vivir en una relación salvadora con él?
2. ¿Aceptan las enseñanzas de la Biblia según se expresan en la declaración
de Creencias Fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo
Día, y se comprometen, por la gracia de Dios, a ordenar su vida
en armonía con dichas enseñanzas?
3. ¿Desean ser bautizados como una manifestación pública de su creencia
en Jesucristo; ser aceptados en la comunión de la Iglesia Adventista
del Séptimo Día; y apoyar a la Iglesia y su misión como fieles mayordomos,
mediante su influencia personal, diezmos y ofrendas, y una
vida de servicio?
Pacto bautismal. La Iglesia ha adoptado sus veintiocho Creencias Fundamentales,
junto con el voto bautismal y el certificado de bautismo y el
compromiso, como pacto bautismal.
Debe entregarse un ejemplar impreso de este pacto, con el certificado
de bautismo y el compromiso con todos los datos requeridos, a todos los
aceptados en la feligresía mediante bautismo. También se dará el certificado
correspondiente a quienes sean aceptados por profesión de fe.
El certificado de bautismo y compromiso contiene un espacio para que
el nuevo miembro firme como afirmación de compromiso. Después del bautismo,
se entregará al candidato un certificado de bautismo y compromiso
como un documento de su pacto con Dios. El compromiso dice lo siguiente:
Compromiso
1. Creo en la existencia de un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo,
que constituyen una unidad de tres Personas coeternas.
2. Acepto la muerte de Jesucristo en el Calvario como el sacrificio expiatorio
por mis pecados y creo que por la gracia de Dios, mediante
la fe en su sangre derramada, soy salvo del pecado y de su penalidad.
3. Acepto a Jesucristo como mi Señor y Salvador personal y creo que Dios,
en Cristo, perdonó mis pecados y me dio un nuevo corazón, y renuncio
a los caminos pecaminosos del mundo.
4. Acepto por la fe la justicia de Cristo, mi intercesor en el santuario celestial,
y acepto su promesa de gracia transformadora y poder para vivir una
vida centrada en Cristo y llena de amor, en mi hogar y ante el mundo.
38
MANUAL DE LA IGLESIA
5. Creo que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, la única regla de
fe y práctica para el cristiano. Me comprometo a dedicar con regularidad
tiempo para la oración y el estudio de la Biblia.
6. Acepto los Diez Mandamientos como una expresión del carácter de
Dios y una revelación de su voluntad. Es mi propósito, por el poder
de la presencia de Cristo en mi corazón, guardar esta ley, incluido el
cuarto mandamiento, que requiere la observancia del séptimo día de
la semana, el sábado, como día del Señor y un monumento conmemorativo
de la creación.
7. Espero la pronta venida de Jesús y la bendita esperanza, cuando «esto
mortal se vista de inmortalidad». Mientras me preparo para encontrarme
con el Señor, daré testimonio de su amorosa salvación usando
mis talentos en el esfuerzo personal en la ganancia de almas, con el
fin de ayudar a otros a prepararse para su gloriosa aparición.
8. Acepto la enseñanza bíblica de los dones espirituales, y creo que el don
de profecía es una de las señales que identifican a la iglesia remanente.
9. Creo en la organización de la Iglesia. Es mi propósito adorar a Dios
y sostener a la Iglesia con mis diezmos y mis ofrendas, y con mi esfuerzo
personal y mi influencia.
10. Creo que mi cuerpo es templo del Espíritu Santo. Honraré, pues,
a Dios cuidando mi cuerpo, evitando el uso de lo que es perjudicial
y absteniéndome de todos los alimentos inmundos; del uso, fabricación
o venta de bebidas alcohólicas y tabaco en cualquiera de sus
formas para consumo humano; así como del mal uso y el tráfico de
narcóticos u otras drogas.
11. Conozco y comprendo los principios bíblicos fundamentales, según
los enseña la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Me propongo, por
la gracia de Dios, cumplir su voluntad ordenando mi vida de acuerdo
con estos principios.
12. Acepto la enseñanza del Nuevo Testamento acerca del bautismo por
inmersión, y deseo ser bautizado como una expresión pública de mi
fe en Cristo y del perdón de mis pecados.
13. Acepto y creo que la Iglesia Adventista del Séptimo Día es la iglesia remanente
de la profecía bíblica, y que se invita y acepta en la comunión de
la iglesia a personas de todas las naciones, razas y lenguas. Deseo ser aceptado
como miembro de esta congregación local de la Iglesia mundial.
39
6. Los miembros de la Iglesia
La aceptación por votación queda supeditada al bautismo. Después que
los candidatos hayan respondido afirmativamente a las preguntas del
voto bautismal, en presencia de los miembros de la iglesia o de otro órgano
debidamente designado, o después que la iglesia se haya asegurado
de que las respuestas afirmativas hayan sido expresadas, se tiene que solicitar
a la congregación que acepte, a través de una votación, supeditada
al bautismo, a los candidatos como nuevos miembros de la iglesia. Después
de esto se debe proceder sin dilación al bautismo.
Aceptación de miembros a los que no se conoce. Al preparar a los candidatos
para el bautismo, un evangelista debe invitar al pastor o al anciano
a estar presente en sus clases bautismales para familiarizarse con
sus candidatos. Tales contactos permitirán a la iglesia prepararse para
acoger en su seno a los nuevos miembros.
Preparativos para el bautismo. En ocasión de la ceremonia bautismal,
los diáconos deben realizar los preparativos necesarios y ayudar a los
candidatos varones a entrar al agua y a salir de ella. Las diaconisas deben
ayudar a las candidatas. Es preciso tener preparadas de antemano las túnicas
para el uso de los candidatos. Las túnicas de tela gruesa son las más
apropiadas. Si no se dispone de túnicas, hay que indicar a los candidatos
que se vistan con modestia para la ocasión.
El bautismo debería ser seguido por una breve ceremonia de bienvenida.
El nuevo bautismo
El nuevo bautismo aparece explícitamente mencionado en un solo pasaje
bíblico, Hechos 19: 1-7, donde el apóstol Pablo lo recomienda para
un grupo de creyentes que habían recibido con anterioridad el bautismo
de Juan, que era un bautismo de arrepentimiento. Además del arrepentimiento,
el bautismo cristiano se halla vinculado a una clara comprensión
de las enseñanzas de Jesús y al compromiso personal de aceptarlas,
así como a la recepción del Espíritu Santo. Teniendo esto en cuenta, y
unido a la idea de una mejor comprensión y dedicación, resulta aceptable
el nuevo bautismo.
Miembros provenientes de otras confesiones cristianas. Las personas
provenientes de otras confesiones cristianas que acepten el mensaje adventista
del séptimo día, y que ya hayan sido bautizadas por inmersión,
pueden, basándose en las Escrituras, solicitar ser bautizadas de nuevo.
40
MANUAL DE LA IGLESIA
Los siguientes ejemplos, sin embargo, dan a entender que podría no
ser necesario un nuevo bautismo. El caso de Hechos 19, evidentemente,
fue algo especial, ya que Apolos había recibido el bautismo de Juan (Hech.
18: 25), y no tenemos noticia de que fuera bautizado de nuevo. Según
parece, algunos apóstoles también recibieron el bautismo de Juan (Juan
1: 35-40), pero no consta que fueran bautizados nuevamente.
Elena G. de White apoya la celebración de un nuevo bautismo si el
nuevo creyente que ha aceptado nuevas verdades relevantes así lo solicita.
Esto está de acuerdo con los parámetros establecidos en Hechos 19. Una
persona que haya sido bautizada previamente debe evaluar su nueva experiencia
religiosa para determinar si le conviene un nuevo bautismo.
No se debe mantener una actitud de insistencia al respecto.
El nuevo bautismo «es un tema acerca del cual cada individuo debe
decidir concienzudamente en el temor de Dios. Este tema debe ser presentado
cuidadosamente con espíritu de ternura y amor. Además el deber
de instar pertenece, no a uno, sino a Dios; dad a Dios una oportunidad de
obrar con su Santo Espíritu sobre la mente, de manera que el individuo
se convenza perfectamente y esté satisfecho de dar este paso avanzado»
(Ev 274).
La apostasía y el nuevo bautismo. Aunque en la iglesia apostólica existía
la apostasía (Heb. 6: 4-6), la Biblia no aborda el asunto de un nuevo
bautismo. Elena G. de White respalda el nuevo bautismo cuando los
miembros hayan apostatado y después se hayan vuelto a convertir y deseen
reincorporarse a la Iglesia (ver pp. 58, 59, 60).
«El Señor pide una reforma decidida. Y cuando un alma en verdad
se ha convertido de nuevo, debe ser bautizada otra vez. Renueve ella su
pacto con Dios, y Dios renovará su pacto con ella» (Ev 275).
Razones para no repetir el bautismo. Siguiendo las enseñanzas bíblicas
y las recomendaciones de Elena G. de White, debe celebrarse el nuevo
bautismo en circunstancias especiales; pero debiera ser algo excepcional.
Celebrar el bautismo reiteradamente, por simple emoción, rebaja el significado
del bautismo y pone de manifiesto que no se comprende la importancia
y el significado que la Biblia le concede. Un miembro de iglesia
cuya vida espiritual se haya enfriado necesita experimentar un espíritu
de arrepentimiento que lo lleve a un reavivamiento y a una reforma. A
esta experiencia debe seguir la participación en el rito de la comunión
41
6. Los miembros de la Iglesia
como demostración de que ha habido una nueva purificación y una renovada
comunión en el cuerpo de Cristo, lo cual hace innecesario un
nuevo bautismo.
Profesión de fe
Aquellos que hayan aceptado las Creencias Fundamentales de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día y que deseen formar parte de la feligresía
de la Iglesia por profesión de fe pueden ser aceptados en cualquiera de
estos cuatro casos:
1. Un cristiano consagrado proveniente de otra confesión cristiana, que
ya fue bautizado por inmersión en la forma practicada por la Iglesia
Adventista del Séptimo Día (ver p. 34).
2. Un miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que, a causa
de una situación internacional o local, no haya podido conseguir una
carta de traslado de la iglesia a la que pertenecía (ver p. 44).
3. Un miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día cuya solicitud
de carta de traslado no haya recibido respuesta de la iglesia de donde
es miembro. En este caso, la iglesia solicitará la ayuda de la asociación
o las asociaciones implicadas.
4. Alguien cuyo registro de membresía se ha perdido o ha sido borrado
del registro de miembros por paradero desconocido, y que, sin embargo,
ha permanecido fiel a su compromiso cristiano.
Es necesario ser muy cuidadosos antes de aceptar en la iglesia a alguien
que anteriormente ha sido miembro de otra congregación. Cuando
alguien solicita ser aceptado como miembro de la iglesia por profesión
de fe, es preciso que se averigüe cuál era realmente su situación anterior.
Es necesario que los dirigentes de la iglesia busquen el consejo y la ayuda
del presidente de la asociación. Hay que tomarse el tiempo necesario para
investigar los hechos.
Cuando alguien solicita ser admitido como miembro por profesión
de fe y se descubre que todavía es miembro de otra congregación, no se
dará ningún paso para admitirlo en la feligresía hasta que la iglesia donde
se halle registrado su nombre conceda la carta de traslado. Si, después
de seguir el proceso de traslado (ver p. 42), dicha iglesia declina conceder
la carta de traslado y el miembro cree que la carta ha sido denegada
injustamente, el miembro podrá apelar a la junta directiva de la asociación.
Seguir este procedimiento contribuirá a que se respete el carácter
42
MANUAL DE LA IGLESIA
sagrado de la feligresía de la Iglesia, y a que se puedan reparar errores.
Ninguna iglesia tiene derecho a impedir el traslado de un miembro, a
menos que este se encuentre bajo disciplina.
Una persona que haya sido desfraternizada y quiera ser readmitida
en la feligresía de la iglesia normalmente debe ser bautizada de nuevo
(ver pp. 59, 60).
La transferencia de miembros
Cuando una persona se muda a otra localidad, el secretario de la iglesia
de la cual es miembro debe escribir al secretario de la asociación a
donde se haya trasladado, solicitando que un pastor de la nueva localidad
le haga una visita y facilite la transferencia a la nueva congregación.
El secretario de la iglesia en cuyo registro de miembros figuraba el
miembro debe también notificar al miembro que se traslada la intención
de dar su nueva dirección a la asociación.
El miembro de iglesia que se traslada a otra localidad por un período
superior a seis meses debe solicitar de inmediato la carta de traslado. El
miembro que se traslade a una zona aislada en la que no exista ninguna
iglesia a una distancia razonable debería solicitar formar parte de la iglesia
de la asociación.
Procedimiento para conceder una carta de traslado. El miembro de
iglesia debe solicitar una carta de traslado al secretario de la iglesia a la
cual desea unirse (la iglesia de destino). Este secretario remitirá la solicitud
al secretario de la iglesia de la cual procede el miembro que desea
ser transferido (la iglesia de procedencia). (Para un procedimiento alternativo,
ver p. 43.)
Cuando el secretario de la iglesia de origen recibe la solicitud, la entregará
al pastor o al anciano, quien, a su vez, la presentará a la junta.
Después de dar debida consideración al asunto, la junta hará una recomendación
favorable o desfavorable, para ser presentada a la iglesia, respecto
a dicha solicitud (ver pp. 25-27, 30, 39-46, 57-60, 75). El pastor o el
anciano presentará entonces la recomendación a la iglesia en una primera
lectura. La decisión final se adoptará la semana siguiente, cuando se presentará
nuevamente la solicitud a la iglesia y será sometida a votación.
El propósito de este intervalo de una semana es dar a los miembros
la oportunidad de presentar objeciones a la concesión de la carta. Por lo
general, no debe presentarse en público ninguna objeción, sino que se
expondrán al pastor o al anciano, cuyo deber es citar a la junta directiva
43
6. Los miembros de la Iglesia
de la iglesia para que la tome en cuenta. El objetante debe tener la oportunidad
de presentarse ante la junta directiva para exponer sus razones.
Si estas no estuvieran fundamentadas en causas válidas, debe aconsejársele
que las retire. Por otra parte, si la objeción tiene fundamentos legítimos,
es deber de la junta directiva hacer las averiguaciones pertinentes.
En este caso, se aplazará la votación de la iglesia para aprobar el traslado
hasta que el asunto quede debidamente aclarado.
Si las objeciones tienen que ver con relaciones interpersonales, es preciso
que se hagan todos los esfuerzos posibles para lograr la reconciliación.
Cuando se trate de ofensas públicas, pueden aplicarse las medidas
disciplinarias que correspondan. Si se tratara de un desliz espiritual, habría
que dar los pasos necesarios para conseguir la restauración del
miembro en cuestión.
Tramitación y envío de la carta de traslado. Después de que la iglesia
haya aprobado la carta de traslado, el secretario de la iglesia debe llenar el
formulario de traslado normal y enviarlo al secretario de la iglesia de destino.
El secretario de la iglesia de destino entrega entonces la carta al pastor
o al anciano, quien la presenta en primer lugar a la junta directiva, con el
objetivo de que se apruebe la recomendación correspondiente, después
de lo cual la solicitud se presenta a la iglesia en su siguiente culto regular.
Normalmente, la votación para la aceptación de alguien en la feligresía se
efectúa en el siguiente culto regular una semana después. Posteriormente,
el secretario de la iglesia de destino añadirá el nombre del miembro y la
fecha de aceptación en el registro de miembros. El secretario llenará asimismo
el talón de la carta de traslado, certificando que el miembro fue
aceptado, y lo enviará al secretario de la iglesia de origen (ver pp. 74, 75).
La carta de traslado es válida durante seis meses. Una carta de traslado
es válida durante seis meses desde su fecha de emisión.
Procedimiento alternativo para la transferencia de miembros. Todas
las divisiones dentro de su territorio pueden aprobar procedimientos alternativos
para la transferencia de miembros de una iglesia a otra. Sin
embargo, cuando un miembro solicita el traslado a una iglesia de otra
división, se debe aplicar el «Procedimiento para conceder una carta de
traslado» establecido.
Situación del miembro durante el período de transferencia. El secretario
de la iglesia de origen no puede, bajo ningún concepto, dar de baja ningún
nombre del registro de miembros hasta no haber recibido el talón de la
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MANUAL DE LA IGLESIA
carta de traslado que certifica que el miembro fue aceptado mediante el
voto de la feligresía de la iglesia de destino. Hacerlo, podría privar a alguien
de su condición de miembro de iglesia durante el período de transferencia.
El secretario, los ancianos, el pastor y el presidente de la asociación
son responsables de que se aplique en todas las iglesias el procedimiento
establecido.
Aceptación de miembros afectados por la situación internacional. En
ocasiones, la situación internacional puede impedir las comunicaciones
relativas al traslado de miembros. En tales situaciones, la iglesia de destino,
en coordinación con la asociación, debe averiguar cuál es el estado
espiritual de dichas personas a fin de recibirlas por profesión de fe. Si
más tarde es posible comunicarse con la iglesia de origen o con la asociación
de la cual proceden, la iglesia de destino debe enviar una carta
en la que se especifique lo que se ha hecho.
Los miembros trasladados y los informes estadísticos. Cuando se realizan
informes estadísticos trimestrales y anuales, todos los miembros a
quienes se haya concedido carta de traslado, pero cuyo talón de confirmación
no se haya recibido aún, deben ser computados en la feligresía
de la iglesia de origen. Cuando se haya recibido el talón de retorno, se omitirá
su nombre del registro de miembros de la iglesia de origen, y no
será ya incluido en los siguientes informes.
Miembros rechazados. La iglesia de destino tiene la obligación de aceptar
al miembro, a menos que conozca alguna razón válida para no concederle
el privilegio de formar parte de su feligresía. Si la iglesia no
acepta a un miembro, el secretario debe devolver la carta de traslado a
la iglesia de origen, con una explicación completa de las razones por las
cuales no fue aceptado. En este caso, la inscripción en el registro se mantiene
en la iglesia de origen, que deberá colaborar con el miembro para
resolver el asunto.
Se conceden cartas de traslado solo a los miembros en regla. La carta
de traslado se concede únicamente a los miembros en regla, nunca a miembros
que estén bajo disciplina. Es incorrecto hacer declaraciones que califiquen
al miembro en una carta de traslado, salvo cuando el pastor o
la junta de la iglesia de origen tengan conocimiento basado en los hechos
o demostrado de que el miembro haya sido perpetrador de abuso infantil.
En ese caso, por bien de los niños, el pastor o el anciano deberán propor-
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6. Los miembros de la Iglesia
cionar una declaración confidencial que alerte al pastor o al anciano de
la congregación a la que se traslada el miembro.
Si un miembro que se mudó a otra localidad se hubiera vuelto indiferente,
conviene que el pastor o el anciano de la iglesia de origen se informen
del caso, antes de que se conceda la carta de traslado, a través
del pastor o del anciano de la iglesia de destino.
La carta de traslado y la aprobación previa del propio miembro. En
ningún caso puede ser sometida a votación por una iglesia una carta de
traslado en contra del deseo del miembro en cuestión. Ninguna otra iglesia
puede tampoco aceptar en su seno a un miembro en virtud de una
carta otorgada bajo tales circunstancias. La condición de miembro de iglesia
es la relación de una persona con el cuerpo de Cristo, y cada iglesia
debe reconocer esta relación y evitar cualquier actuación que pudiera
ser considerada arbitraria.
Por otra parte, el miembro tiene la obligación de contribuir al bie nestar
de la iglesia y de hacer todo lo posible para evitarle a la misma las dificultades
relacionadas con los miembros ausentes. Cuando un miembro se
muda a otra localidad, tiene el deber de solicitar sin demora una carta
de traslado.
Cuando una iglesia sea expulsada de la hermandad de iglesias como
resultado de un acuerdo del congreso de la asociación, se considerará que
la situación de membresía de todos los miembros fieles, salvo la de aquellos
que se nieguen a ello, pasa de forma provisional a la iglesia de la asociación.
Después, la iglesia de la asociación puede emitir cartas de traslado
para los miembros leales, y resolver lo que proceda en los demás casos
(ver pp. 29, 30).
La junta de la iglesia no puede conceder cartas de traslado. La junta directiva
no tiene autoridad para aprobar ninguna solicitud de carta de
traslado ni para aceptar a miembros de otras iglesias mediante carta. Sus
facultades en este caso se limitan a hacer recomendaciones a la iglesia.
El acuerdo sobre cualquier transferencia de miembros, a favor o en contra,
debe ser tomado por la iglesia (ver p. 43). El secretario no está auto -
rizado a eliminar o añadir nombres en el registro de miembros, sino es
por un acuerdo tomado mediante votación por la iglesia. Si un miembro
solicita por escrito ser dado de baja de los registros de feligresía, la junta
de la iglesia deberá acceder a dicha petición. Hay que hacer todo lo posible
para restaurar a la persona en la familia de la iglesia. Sin embargo,
si un miembro fallece, no es necesario tomar ningún acuerdo para eliminar
su nombre; el secretario sencillamente registra la fecha del fallecimiento
en el registro de miembros.
Membresía en la iglesia de la asociación. Los miembros que se encuentren
aislados deben unirse a la iglesia de la asociación, que es una entidad
organizada en favor de creyentes que, de otro modo, no podrían gozar
de los beneficios que implica pertenecer a una iglesia. Los miembros ancianos
y los enfermos que vivan cerca de una iglesia, y los dirigentes y
otros obreros de la asociación, incluidos los pastores, deben ser miembros
de una iglesia local, no de la iglesia de la asociación.
El presidente de la asociación es el primer anciano de la iglesia de la
asociación, y las tareas normalmente desempeñadas por el secretario y el
tesorero son gestionadas por el secretario y el tesorero de la asociación.
Dado que la iglesia de la asociación carece de junta directiva, todas las
funciones administrativas gestionadas normalmente por la junta de una
iglesia local son realizadas por la junta de la asociación, que también
nombra los delegados de la iglesia de la asociación para el congreso de
la asociación.
El registro de miembros. Cada iglesia dispondrá de un solo registro de
miembros. Solo deben agregarse o eliminarse nombres del registro mediante
un acuerdo tomado en votación de la iglesia, o por fallecimiento (ver
p. 75). Bajo ningún concepto puede mantenerse una lista de miembros
eliminados del registro.
MANUAL DE LA IGLESIA
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